El arte no tiene la obligación de inventar siempre lo inédito, de explorar lo desconocido para plantear temas o técnicas o idiomas que nunca antes se habían planteado; tiene la obligación de decir algo con sentido. Y ese "algo" depende muchas veces de los momentos en los que se crea.
No es lo mismo hablar o expresarse en el siglo XX que en el XXI, pues las realidades son diferentes, los problemas o las soluciones son distintas, las herramientas son otras y por ello los posibles resultados serán también otros.
En este siglo XXI sí se exploran caminos nuevos, pero no tanto en la apariencia de la obra como en su función, contexto y relación con la sociedad. El Arte ahora busca como siempre integrarse en modelos de expresión que sean entendibles por cada momento social, de sus gentes, de sus historias.
La verdadera “novedad” del siglo XXI puede estar en cómo el arte se integra en la vida, la ciencia y la tecnología, más que en la creación de un estilo visual rompedor como sucedía en el siglo XX.
La idea romántica del arte como innovación constante es muy moderna (siglo XIX-XX). Antes, durante siglos, el arte fue también repetición, variación y depuración de lo ya conocido (ej.: la pintura religiosa medieval, la escultura griega clásica, los frescos renacentistas).
Lo que se le pide al arte no es solo novedad, sino significado. Que aporte algo al espectador, que dialogue con su época, que transforme la percepción de lo cotidiano, que remueva ideas o emociones. O incluso simplemente que las mejores, las haga más legibles, más sencillas y a su vez complementadas con más ideas.
La creación “de lo nunca visto” es importante, pero igual lo es la reinterpretación con arreglo del paso del tiempo con sus cambios lógicos.
En este siglo XXI sí se exploran caminos nuevos, pero no tanto en la apariencia de la obra como en su función, contexto y relación con la sociedad. El Arte ahora busca como siempre integrarse en modelos de expresión que sean entendibles por cada momento social, de sus gentes, de sus historias.
La verdadera “novedad” del siglo XXI puede estar en cómo el arte se integra en la vida, la ciencia y la tecnología, más que en la creación de un estilo visual rompedor como sucedía en el siglo XX.
La idea romántica del arte como innovación constante es muy moderna (siglo XIX-XX). Antes, durante siglos, el arte fue también repetición, variación y depuración de lo ya conocido (ej.: la pintura religiosa medieval, la escultura griega clásica, los frescos renacentistas).
Lo que se le pide al arte no es solo novedad, sino significado. Que aporte algo al espectador, que dialogue con su época, que transforme la percepción de lo cotidiano, que remueva ideas o emociones. O incluso simplemente que las mejores, las haga más legibles, más sencillas y a su vez complementadas con más ideas.
La creación “de lo nunca visto” es importante, pero igual lo es la reinterpretación con arreglo del paso del tiempo con sus cambios lógicos.
Un bodegón del siglo XVII y una fotografía contemporánea de objetos de supermercado pueden no ser “novedad técnica”, pero sí ofrecen una mirada distinta sobre la realidad muy similar. Y además, sus actuales diferencias que nos parecen muchas, seguramente serán menores dentro de otros tres siglos cuando todo se contemple desde otros puntos de vista, imposibles de adivinar ahora.
Pero también es un tiempo en que el arte está más abierto que nunca a explorar territorios no estéticos, como la política, la tecnología, el clima, la memoria social.
Es decir, quizá no vemos “ismos” artísticos nuevos como entre 1910 a 1960, pero sí hay una búsqueda de redefinir qué es arte y para qué sirve.