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10.7.11

La Virgen con San Joaquín y Santa Ana. nueva obra de un joven Goya

No es nada habitual descubrir un nuevo cuadro de artistas consagrados y considerados históricos, pero Goya nos está deparando algunas sorpresas estos años, con el descubrimiento ahora de una nueva obra. La Virgen con San Joaquín y Santa Ana, un óleo de 96,6 x 74,7 centímetros y pintado hacia 1774 ha estado colgado en un pasillo oscuro durante décadas sin intuir nadie que podría ser una obra de un genial joven Goya

Expertos de las instituciones más solventes no tienen ninguna duda de la autoría del pintor zaragozano. Quienes ya han podido estudiar a fondo la obra, la sitúan en los años anteriores a la llegada del artista a Madrid, en el periodo posterior a su viaje a Italia, cuando volcó todos sus nuevos conocimientos en las paredes del Aula Dei de Zaragoza, donde recreó escenas religiosas como la que se acaba de dar a conocer.

Expertos de las instituciones más solventes no dudan de la autoría sobre todo por el gran parecido al tratamiento pictórico de las imágenes religiosas con todas las obras de Aula Dei, que son de una época parecida. Los rostros de María y Santa Ana, las telas y el colorido, son rasgos determinantes

Se sabe que el cuadro fue comprado hace unos 50 años en el taller de un ebanista también dedicado a la venta de antigüedades por una familia de Vitoria. La familia lo compró por la belleza de la obra, sin pensar que había salido de la paleta de uno de más grandes pintores de la historia: Francisco de Goya. En el entorno de los propietarios, aseguran que estos no tienen intención de sacarla al mercado. Al menos por el momento.

Hace unos meses, otra obra inédita de Goya, pintada también antes de que el artista hubiera cumplido los 30 años, sorprendió a la comunidad artística. Se trataba de La Piedad, pintado hacia 1774, propiedad de unos coleccionistas catalanes, que hasta entonces había sido atribuida al también pintor zaragozano Francisco Bayeu.

Arturo Ansón Navarro, experto en la obra del artista, dijo entonces que había varias telas más por descubrir de esta etapa definida por algunos expertos por "cuando Goya no era aún Goya".

El historiador Fernando Tabar Anitua, investigador de la obra de Goya, es el autor del estudio sobre La Virgen con san Joaquín y santa Ana, publicado en el último número de la revista especializada Ars Magazine. Asegura que la obra se encuentra en perfecto estado y que las pequeñas faltas y suciedad han sido eliminadas por Pilar Bustinduy, de la Universidad del País Vasco, que ha suprimido la tabla y fijado el lienzo por medio de bandas a un bastidor nuevo con cuñas.

La tela representa a la Virgen, vestida de azul, rodeada por sus padres y sobrevolada por el Espíritu Santo que emerge en medio de un cielo de amarillos oro y mostaza. El profesor Tabar cree que la tela pudo ser realizada para un altar o un oratorio y ser contemplada de abajo arriba. No descarta que fuera un trabajo previo concebido para dar pie a una composición de mayores dimensiones, aunque mantiene que el cuadro está muy acabado y cuidado en todos sus detalles técnicos.

En su estudio, Tovar argumenta que la atribución a Goya se basa exclusivamente en razones de estilo: los rostros de María y Santa Ana, las telas y el colorido, así como el planteamiento esencial de las figuras, prescindiendo de detalles accesorios. Aunque el mayor referente para demostrar la paternidad de Goya está en los murales que pintó para la cartuja Aula Dei de Zaragoza, hacia 1772-1774. Son un conjunto de grandes murales al óleo, de formato apaisado, de 3,05 metros de alto y de distintas longitudes, entre los 5,20 y los 10,25 metros, que cubren las paredes de su iglesia. Las cabezas, las telas, el colorido, todo recuerda a este nuevo Goya encontrado en Vitoria.
Si se pincha sobre la imagen de la obra, se verá en grande.

17.3.25

Dibujo de Goya. Duque de Wellington


En el Museo Británico figura este dibujo realizado por Francisco de Goya de una cabeza del Duque de Wellington hecho con tiza roja y negra más grafito (sanguina) sobre papel y realizado en el año 1812. Este dibujo fue propiedad de Javier Goya y Bayeu, de Mariano Goya y Goicoechea, de Valentín Cardedera y de Colnaghi, Londres. Fue adquirido por el British Museum en 1862.

Este boceto representa a Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington, que era el comandante de las fuerzas británicas en España y Portugal cuando España y sus aliados lucharon para expulsar a los franceses durante la Guerra de Independencia. Wellington lideró una importante victoria británica el 22 de julio de 1812 cuando el ejército derrotó a los franceses en la batalla de Arapiles, cerca de Salamanca. El duque llegó a Madrid el 12 de agosto cuando los franceses, que habían ocupado la ciudad desde 1808, comenzaban a irse.

El dibujo de Goya lo muestra agotado y debilitado por la campaña. Lleva una expresión de resignación y abatimiento o tristeza. Se cree que este dibujo preparatorio lo hizo Goya del natural, estando posando el propio Duque de Wellington.

El dibujo es preparatorio para su retrato ecuestre, pintado mientras Wellington estaba en Madrid. La pintura se exhibió en septiembre de 1812 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Goya también tenía la intención de usarlo para una impresión en grabado, ya que el papel muestra una fuerte marca de placa (el resultado de que la hoja se envuelva alrededor de la placa), mientras que el espacio debajo del dibujo permitiría una inscripción.

El dibujo fue adquirido por el Museo Británico con una carta del nieto de Goya, Mariano, en la que menciona descubrirlo escondido por Goya con otras impresiones. Él describe el dibujo 'Un dibujo hecho en Alba de Tormes después de la batalla de Arapiles del Duque de Weelingthon por el q.e se hizo el retrato'. Tanto la carta como el dibujo están anotados por Valentín Carderera. Su inscripción debajo del retrato de Wellington identifica tanto al cuidador como a la función preparatoria del dibujo.

Este dibujo fue publicado como un facsímil en color por el Museo Británico en "Reproducciones de dibujos de viejos maestros en el Museo Británico", Parte III, publicado por los fideicomisarios, en 1893, y se describió allí como "Francisco Goya, retrato del duque de Wellington".

14.6.25

Regina Martytum de Goya en Zaragoza


En el año 1781, y después del resultado de la pintura del coreto de El Pilar de Zaragoza y bajo la recomendación de su cuñado Bayeu, que llevaba más de un año trabajando en una cúpula, el Cabildo zaragozano encarga a D. Francisco de Goya la decoración de una nueva cúpula con otra de las advocaciones del Rosario, la Reina de los Mártires o "Regina Martirum".

Aquí Francisco de Goya piensa que podría dar un cambio a su forma de pintar pues se da cuenta de que su obra sólo podrá contemplarse a casi 50 metros de altura, por lo que crea unas figuras prácticamente desdibujadas, pintadas con brochazos largos y a veces gruesos, pinceladas únicas, etc. aunque en una composición muy bella y colorista.

Visto a distancia, el resultado es perfecto, pero observado desde cerca, desde el andamio en donde pinta Goya se descubre otra cosa cuando lo observan los que habían encargado la obra.

Lo que era realmente una forma genial y adelantada a sus tiempos de pintar empastes para verlos desde un punto de vista óptico y a distancia, y que iba a marcar un antes y un después en Goya pero cuya técnica iba a influir definitivamente en el paso hacia el impresionismo, se convirtió en labios de los Bayeu y del Cabildo en una acusación furibunda.

Esas pinturas, terminadas en algo menos de dos meses, eran para ellos inacabadas, se veían como una burla hacia el encargo del Cabildo, con un intento de estafa puesto que no estaban ni siquiera dibujadas.


De hecho, a Goya se le habían encargado dos cúpulas pero ya no llegó a pintar la segunda. Goya se enfadó mucho y se vio humillado por el trato recibido y se fue de Zaragoza al no recibir ni el respaldo ni el respeto que él creía merecer. 

Esa técnica que parecía apresurada o poco detallada para los antiguos maestros de la época, tenía una fuerza expresiva tremenda. Goya buscaba transmitir emoción, atmósfera y carácter más que una belleza idealizada con detalles que solo se podían ver a un metro de distancia y nunca ser percibidos por las personas que desde el suelo de la Basílica verían sus pinturas. 

Le interesaba impactar al espectador, no solo agradarle.No tenía sentido pintar cada pliegue o rasgo con precisión milimétrica, y opta por una pintura eficaz a distancia, como hacían los grandes maestros del Barroco. a partir de estos hechos, Goya cada vez se aparta más de los cánones clásicos. Sus pinceladas se vuelven más sueltas cuando empieza a expresar visiones interiores, críticas sociales, y mundos oníricos. Elige la forma más directa, incluso violenta, de representar sus ideas.




27.12.15

No es Goya, pero como si lo fuera. Copiar para aprender

El cuadro que vemos en la imagen se titula “Una ciudad en una roca” y fue comprado en España a mediados de la década de 1880 por un coleccionista estadounidense, y atribuido en ese momento a Francisco de Goya (1746-1828). 

La pintura ahora se cree que es de uno de los seguidores de Goya y pudo haber sido pintado en fecha tan tardía como entre el año 1850 hasta el 1875. 

El artista que pintó este cuadro estudió y copió muy bien la técnica de Goya, creando una obra con serias dudas y muy cerca del estilo de Goya y que fue aceptado por la mayoría de las autoridades artísticas americanas como obra del genial Francisco de Goya hasta cerca del año 1970. 

La imagen parece ser una copia pintada años después de la muerte del genial Goya y que reúne elementos de obras de Goya, ya que muchos detalles de la composición se derivan de otras obras auténticas de Goya.

9.7.21

El Coloso de Francisco de Goya, vuelve a ser atribuido al de Fuendetodos


La obra del año 1812 "El Coloso" de Francisco de Goya, vuelve a ser atribuido al de Fuendetodos desde el Museo del Prado, desde que hace 13 años se descatalogara como obra de Goya para pasar según los expertos a ser una obra de algún alumno suyo, incluso se daba el nombre de Asensio Juliá como el autor de esta obra. Ahora con la remodelación del catálogo de obras expuestas en el Museo del Prado, casi de tapadillo, se asegura en la cartela de la obra que es (otra vez) una obra atribuida a Francisco de Goya.

El coloso, El gigante, El pánico o La tormenta, que así se ha ido conociendo según los tiempos muestra a un gigante que emerge detrás de unas montañas de forma amenazante, casi en una pintura "negra" desde donde y rodeado de nubes parece amenazar a una multitud de personas y animales que huyen despavoridas. 

Hay teorías que nos dicen que en realidad el Gigante es el pueblo español, que se alza desde los Pirineos como un coloso que hace huir a los franceses que en ese momento ocupaban España. Otras hablan de alegorías contra le guerra asemejando al Coloso como al Rey soberbio e inmóvil, incapaz de resolver los problemas de España que hace huir a sus compatriotas, etc.

No está Francisco de Goya para explicar la auténtica verdad y aunque sabemos que en pocas semanas volverá a salir otro estudio sobre esta obra para delimitar fechas y modos de trabajo en busca del autor no concluyente, de momento es buena noticia que se vuelva a colocar como "atribuido" en esta obra de Goya,  que si no fuese pintado en su momento por el genial Goya, sin duda bebió claramente del modo de trabajar de Goya, y eso supone en aquellos tiempos que estuve my cerca de la mirada de Goya, como poco.


20.4.24

Autorretrato de Goya, ajeno a lo que sucede


Si quieres conocer al Goya que trabajó en Madrid debes ver esta obra. Nada más entrar en San Francisco el Grande de Madrid, la primera capilla de la izquierda nos deparará a los zaragozanos dos sorpresas. Una pequeña imagen de la Virgen del Pilar y en el altar de la capilla un gran cuadro pintado por Francisco de Goya de casi cinco metros de altura.

El 20 de julio de 1781 Francisco de Goya y otros pintores de la Corte recibieron del conde de Floridablanca el encargo de llevar a cabo la decoración de la basílica de San Francisco el Grande.

El cuadro “San Bernardino de Siena predicando ante el Rey” es un lienzo realizado por Francisco de Goya para la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, donde aún se conserva colgado al culto religioso, y que fue pintado entre los años 1780 y 1784, entre bocetos y obra final.

Francisco de Goya era, en esa época, un joven pintor de cartones para tapices muy reconocido; pero la crisis de Gibraltar, producida al inicio del decenio, provoca la escasez de encargos públicos y hace que el interés del artista se traslade a obras de índole más privada y a obras religiosas. Había salido de Zaragoza bastante enfadado y quería asentarse en Madrid como pintor religioso y de la Corte.

En la actualidad hay dudas sobre si Goya quiso representar al monarca aragonés Alfonso V el Magnánimo o al Rey Renato I de Nápoles recibiendo las bendiciones de San Bernardino de Siena. O si tras decidir pintar a un Rey, recibió indicaciones de que era mejor que fuera otro el monarca representado. Dejó de ser Renato para ser Alfonso.

El artista emprendió esta obra con el fin de ganarse el favor del rey Carlos III, amoldando su forma de pintar al gusto neoclásico que tanto agradaba al Rey. Esto es patente en la ordenación geométrica de la composición, en forma piramidal, con casi todos los personajes mirando al cielo como extasiados.

Se considera que es una de las obras religiosas más logradas de Goya, quedándose él mismo autorretratado en la figura del joven más a la derecha con chaleco amarillo.

El violento escorzo, con una vista de abajo hacia arriba, donde se sitúa el santo iluminado desde el cielo, lo utilizará posteriormente en las pinturas al fresco de San Antonio de la Florida.

El variado y luminoso colorido recuerda las pinturas de cartones para tapices pero detalla el rostro de los personajes, dotándoles de miradas propias y personalidad.

Curiosamente el propio Goya se pinta en la obra totalmente ajeno a lo que en la escena sucede y mirando a los espectadores en vez de a San Bernardino.



23.6.25

Goya y la novia de Fernando VII

Francisco de Goya, además de un tremendo artista desde todos los puntos de vista, era un obrero crítico con la Monarquía que le encargaba trabajos, pero que a su vez sabía resolverle los problemas desde el punto de vista de notario pictórico de las realidades.

En esta obra titulada "La Familia de Carlos IV" Francisco de Goya hace de fotógrafo real retratando a toda la familia, incluida la que todavía no lo era. Son catorce personajes que aparecen en el cuadro de la Familia en un austero interior sin alfombras, decorado en su pared del fondo con dos monumentales pinturas que no adivinamos a ver qué son.

Y si nos fijamos con detalle, vemos a una mujer casi de espaldas, como ocultando el rostro, sin verle sus facciones. La razón por la que la futura esposa de Fernando VII aparece con el rostro vuelto es una solución genial de Goya a un problema muy práctico y diplomático: en el momento en que se pintó el cuadro (entre 1800 y 1801), la novia del príncipe heredero aún no había sido elegida.


La mujer que vemos girada era María Antonia de Nápoles, hija del rey de las Dos Sicilias, con quien Fernando VII se casó en 1802, dos años después de la creación del cuadro, y en donde realmente era una niña, pues tenía entre los 15 y los 16 años. Se casó con Fernando VII con 17 años. Por cierto, murió a los 21 años, consta que por tuberculosis, pero los rumores de la época hablan de un envenenamiento de Godoy por no poder tener hijos.

El cuadro no era solo un retrato familiar, sino un documento de Estado. Su objetivo era representar la continuidad y el futuro de la dinastía Borbón. Por lo tanto, era crucial que la futura reina y madre de los herederos estuviera presente simbólicamente, aunque aún no se supiera todavía quién sería.

Francisco de Goya no podía inventarse un rostro pues no estaba confirmada como miembro de la Familia Real, ya que eso habría sido diplomáticamente incorrecto. Tampoco podía dejar un hueco vacío. La solución fue incluir la figura de una mujer elegante, vestida a la moda, pero girarle la cara para que sus facciones quedaran ocultas. De esta manera, Goya no pinta a una persona concreta, sino que representa el "puesto" o el "rol" de la futura Princesa de Asturias.

Fernando VII no se casó con su primera esposa, María Antonia de Nápoles y Sicilia, hasta el año 1802, es decir, un año después de que Goya terminara el cuadro. A veces se ha especulado que Goya lo hizo porque no le gustaba la princesa o porque se negó a posar, pero esto no encaja con las fechas. 

En lugar de ser un defecto o un misterio sin resolver, es un toque de genialidad diplomática y artística que nos cuenta mucho sobre las intrigas y los planes de la Corte en ese preciso momento.



29.9.24

La Duquesa de Alga retratada por Goya


Esta obra de Francisco de Goya de 1797 se encuentra en la Hispanic Society of América, y en ella vemos a la Duquesa de Alba en uno de sys retratos más interesantes y acabados, mostrando a la XIII duquesa de Alba, María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo y Silva Bazán.

Además de ser un brillante alarde de pintura, también atrae por el misterio que se cierne sobre su creación y su significado. La duquesa de Alba era una de las figuras más llamativas en la corte española de los últimos años del siglo XVIII. 

Cuando Goya pasó unos meses invitado en su finca de Sanlúcar de Barrameda, de 1796 a 1797, María del Pilar Teresa Cayetana tenía treinta y cinco años (Goya tenía 30 a 31 años), acababa de enviudar y estaba en la flor de su belleza.

El retrato tuvo una gran significación personal para el artista por la relación que tuvo con ella de la que desconocemos su profundidad.

Lo cierto es que Goya conservó esta obra en su taller muchos años, después de muerta Cayetana. Hoy puede entender fácilmente ese apego desde dos puntos de vista diferentes: es un ejemplo sobresaliente de la magnitud del arte de Goya, y quizá el mejor de todos sus retratos, y posiblemente su relación personal le hizo adorar la persona que en ella estaba retratada.

En la arena del suelo junto al río sobre el que posa la Duquesa de Alba está escrito «Solo Goya», y en los anillos de la duquesa se leen las inscripciones «Alba» y «Goya» pero no se sabe la fecha exacta de estas inscripciones, pues se podrían haber añadido después.

31.5.16

Dos Colosos de Goya, frente a frente pero con dudas

Una de las imágenes más impactantes de Goya puede ser la de este gigante sentado en un paisaje, que vuelve la cabeza por encima del hombro como si hubiera sido alterado en su meditación por algo que no entendemos. 

Francisco de Goya creó este grabado para la impresión utilizando aguatinta bruñida y así lograr efectos sutiles de la luz y la oscuridad con tonos grises, una técnica apta para representar un ambiente crepuscular y transmitir esa sensación de nocturnidad, de casi niebla, que impregna la composición.

No se sabe exactamente cuando Goya hizo esta impresión. Ha sido fechada entre 1800 a 1818 y tiene este grabado una estrecha relación con la famosa pintura de 'El Coloso' que está en el Museo del Prado de Madrid. 

Ambas obras muestran la misma figura de un gigante. La pintura siempre se ha atribuido a Goya, pero en 2008 fue asignado por el Museo del Prado como un trabajo de estudio y no realizado por el propio Goya.

Este grabado es fundamental en el debate sobre la autoría de la pintura de El Coloso. Si la pintura es un trabajo de estudio, Goya tuvo que tomar prestada la figura de El Coloso de ese otro autor para realizar “su” grabado. 

Dada su forma de trabajar, parece muy poco probable que Goya hubiera tomado prestada la figura de la pintura de otro autor, para utilizarla en su propia impresión.

25.4.25

Goya y su obra de José de Toro-Zambrano y Ureta


El retrato de José de Toro-Zambrano y Ureta (Chile, 1727 - Madrid, 1796) fue la primera obra pintado por Goya para el Banco de San Carlos (luego Banco de España), que siguió a las resoluciones de su Junta de gobierno del 22 de diciembre de 1784 y del 30 del mismo mes y año.

Entre 1785 y 1788 el Banco de San Carlos (actual Banco de España), que había sido creado por Francisco Cabarrús en 1782 bajo el gobierno del conde de Floridablanca, encargó a Goya la realización de seis retratos oficiales. En la elección de Goya como pintor influyó Juan Agustín Ceán Bermúdez, por entonces primer oficial de la secretaría de la entidad.

La figura aparece recortada sobre fondo neutro siendo la cabeza la zona iluminada. De medio cuerpo y casi de frente, lleva peluca blanca, va vestido con casaca roja, chaleco del mismo color con botones dorados, camisa blanca con chorreras en el cuello y las mangas sobresalen por debajo de la casaca. La mano derecha descansa en el chaleco y la izquierda se apoya sobre lo que puede una ventana.

El primer restaurador del Museo Nacional del Prado, Amutio, hizo desaparecer una cruz de Carlos III que llevaba el retratado y repintada posteriormente a la ejecución del cuadro por Goya.

José de Toro-Zambrano fue uno de los tres primeros directores de la institución, nombrado en 1783 por su excelente trayectoria comercial y sus brillantes estrategias en la materia, sobre todo en las relaciones con América. Su actividad en el Banco de San Carlos determinó en 1784 su nombramiento como ministro honorario del Consejo Real de la Junta de Comercio y Moneda. El rey le concedió en noviembre de 1785 la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III; se sabe que Zambrano se había hecho una espectacular con más de trescientos brillantes y treinta y cuatro zafiros, todo montado en oro, que no luce aún en el retrato de Goya pero que pudo añadir más tarde, según muestran las primeras fotos del cuadro.

Goya siguió en el retrato de Zambrano hecho al óleo en 1785, la sencillez, claridad, precisión y estudio de la personalidad y del carácter del personaje. La sobriedad no es, sin embargo, un obstáculo para convertir el retrato en una obra de arte magnífica y nueva.

La técnica de Goya al óleo sobre lienzo, capta los aspectos externos de Zambrano, el color de su tez, la finura y elegancia de sus manos, el color profundo de su casaca, pero también la frialdad de sus ojos azules, el gesto seco y tenso de la boca o la firmeza de su puño sobre el antepecho que revela su carácter acostumbrado a imponer su opinión y a conseguir sus deseos.

13.6.23

Estudiantes en La Lonja, contemplando a Goya


Pocas cosas hay tan agradables en un Museo o en una Exposición, que ver a un grupo de niños o jóvenes, recibiendo explicaciones de un profesor o un guía sobre lo que se puede disfrutar allí. El Arte hay que mostrarlo, pero a su vez en los jóvenes, hay que guiarlo para que se disfruta algo más.

Esta exposición es en Zaragoza, en La Lonja en un maravilloso montaje sobre Francisco de Goya con el título de: "Yo soy Goya. La Zaragoza que viví, 1746-1775" y que está muy bien montada y sobre todo muy pedagógica también para adultos.

Organizada por el Ayuntamiento de Zaragoza, Fundación Ibercaja y la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, en colaboración con la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y Museo Goya ha estado tres meses mostrando un particular modo zaragozano del Goya más cercano y familiar.

En la exposición, que ha sido comisariada por Domingo Buesa, se puede ver el único dibujo que le hace Goya a su esposa Josefa Bayeu, y se recuerdan frases de Goya procedentes de las cartas a su amigo, el zaragozano, Martín Zapater, que son fundamentales para entender el amor a su ciudad de acogida, Zaragoza.

Y como guiño al sentido de modernidad de Goya, se utilizarán los medios audiovisuales más vanguardistas para recuperar su figura, una forma virtual de conocer al genial pintor, que incluso nos habla virtualmente.

2.7.12

Fundación Goya en Aragón, para conocer mejor la obra del genial Goya

Si desea conocer más la obra del genial pintor Francisco de Goya, con un catálogo online de su obra, con todas las fichas de sus trabajos para consultar y conocer toda su extenso catálogo en pintura, dibujos, grabados, etc. tiene en la página web de “Fundación Goya en Aragón” un lugar muy completo para trabajar y consultar todo lo referente a la obra de Francisco de Goya, con numerosos enlaces que le van llevando además a diferentes lugares web, para conocer todavía más toda su obra. 

Podrá conocer incluso todos los lugares del mundo en donde está distribuida la obra del genial Goya, para obtener más información de cada una de las obras distribuidas por todo el mundo, algunas muy poco conocidas entre nosotros. Puede comprar libros, hacerse amigo de la Fundación, conocer sus exposiciones y visitas guiadas en Aragón o un gran número de actividades sobre Goya que muestran para todos los interesados en su obra, sean profesionales o simples ciudadanos que deseen conocer más y mejor la obra de Goya.

11.3.11

Nuevo cuadro de Goya. El apóstol Santiago adorando a la Virgen del Pilar

Hoy se presenta en la Feria de Maastricht un cuadro de Goya realmente muy interesante para ese espacio Goya famoso que nunca somos capaces de crear en Zaragoza o para ese Museo diocesano que tanto se está publicitando en nuestra ciudad. 

Sale a subasta El apóstol Santiago y sus discípulos adorando a la Virgen del Pilar, una obra de juventud de Goya que hasta ahora ha permanecido en los salones privados de la Fundación Rosillo. Se exhibirá a partir del próximo miércoles en el stand de la Feria de Maastricht del anticuario madrileño Caylus. 

El cuadro de 107 X 80 centímetros y pintado en 1775 se pintó para la Catedral de El Pilar de Zaragoza y representa a Santiago apóstol rezando con sus discípulos en las orillas del Ebro en el momento en el que se aparece la Virgen del Pilar.

Ya existe un cuadro similar en el Museo de Zaragoza pero de un tamaño y calidad inferior y pintado unos años antes por Goya. Sobre la autoría real o no de Goya para esta pintura no hay dudas que no sean que es una obra poco conocida aunque si existen bocetos de Goya anteriores a la fecha de este cuadro que indicarían su autoría con claridad. El gran problema es la falta total de dineros públicos para comprar obras de arte, por importantes que sean. ¿No iba a ser un cuadro para la Catedral de El Pilar de Zaragoza?, pues es un buen momento para volverlo a intentar.

15.5.25

San Joaquín de Goya. Una nueva obra


Que aparezca una nueva obra de Francisco de Goya es siempre un éxito de muchos factores pues supone sobre todo un análisis de la obra muy exhaustivo antes de poder confirmar incluso la sospecha de la autoría. Los profesionales antes de asegurar, saben que va el prestigio en una equivocación.

En el Museo de Antequera y depositado por la Colección Delgado que son sus propietarios, se ha confirmado un nuevo Goya, un San Joaquín del periodo zaragozano del artista aragonés, de su época joven, de 78 centímetros de altura y 40 de anchura y como es lógico, hecho al óleo sobre lienzo.

Esta obra se subastó el año 2024 en Francia como Anónima y fue adquirido por la Colección Delgado, y tras restaurarse se han detectado todos los detalles que llevan a poder asegurar su autoría. La obra se pintó entre 1760 y 1775, en Zaragoza y antes de irse a Madrid.

Lleva una capa de base igual en color y preparación a las que utilizaba Goya en ese periodo, dejando partes de esta base sin pintar como también hacía el Goya más estudiado, sobre todo en los alrededores de la figura.

El tipo de pincelada es claramente igual al de Goya, muy similar al que hizo en ese periodo en la Cartuja de Aula Dei o en la bóveda del coreto del Pilar de Zaragoza, los pigmentos son idénticos y sigue montada en el bastidor original.

Hay un dibujo preparatorio de Goya que se conserva en el Museo de Valencia con un modelo masculino que tiene una posición de las piernas igual al cuadro de San Joaquín, y posiblemente esta obra era parte de un retablo de encargo en donde estaría también una obra de Santa Ana, para alguna casa importante de Zaragoza. 

De esta posible Santa Ana no se tiene ninguna información… de momento. Posiblemente estas obras se llevaron a Francia desde Zaragoza, en la Guerra de la Independencia, en los años que lo franceses ocuparon la ciudad.

12.10.13

El último cuadro de Francisco de Goya

El Meadows Museum de la Southern Methodist University de Dallas en EEUU acaba de dar a conocer la importante compra del “Retrato de Mariano Goya” nieto pintado por el genio aragonés en 1827 y considerado como posiblemente el último cuadro que pintó Francisco de Goya. Fue pintado durante uno de los viajes que desde Burdeos realizó a Madrid en el verano de 1827. Detrás del retrato se encuentra una inscripción "Goya a su nieto en 1827 a los 81 de edad.”

La obra había permanecido oculto durante algo más de cuatro décadas al pertenecer a la colección privada de George Embiricos hasta que el pasado 31 de enero de este año fue ofrecida en subasta por Sotheby’s Nueva York que estimó su venta en torno a los 6-8 millones de dólares.

En aquella sesión, la obra de Goya no encontró comprador y ahora, tan solo unos meses después, ha sido adquirida por el Museo Meadows de Dallas gracias a los fondos aportados por su propia fundación y por una mecenas particular, Mrs. Eugene McDermott, que ha honrado así el 50ª aniversario de la apertura del Meadows Museum.

El Retrato de Mariano Goya, nieto del artista, es uno de los escasos retratos pintados entre 1820 y 1828 –tan solo conocemos una docena–, año en que murió el artista, y con esta son ya seis las pinturas del de Fuendetodos en las colecciones de este museo americano, que además conserva entre sus colecciones primeras ediciones de cada una de las series mayores de grabados de Goya, así como cuatro series de los Toros de Burdeos.

6.2.25

Hospital de Nuestra Señora de Gracia en 1794. Goya


Francisco de Goya nos deja escrito en una carta que esta escena: "…es asunto que él he presenciado en Zaragoza". Se trataba del Hospital Nuestra Señora de Gracia, el pabellón de los dementes y por ello a este cuadro lo tituló "El Corral de los Locos", que no es el mismo cuadro titulado "La Casa de los Locos" del mismo lugar y que veremos en otro momento. 

Por lo que dice Goya sabemos que presenció la escena, posiblemente visitando a dos miembros de la familia Lucientes allí internados, o —nunca lo sabremos— por causa de sus propias dolencias psiquiátricas; un año antes sufrió uno de los brotes que se repetirán a lo largo de su vida.

La representación de la locura en la pintura tenía una intención moralizante pero a veces también satírica. Goya nos muestra la realidad de un hospital psiquiátrico en el Siglo de las Luces, desnudos peleándose y recibiendo la terapia del castigo, una escena en tinieblas con una luz desde la puerta enrejada que parece arrojar enfermos al patio, y otra luz cenital cegadora que sin embargo mantiene zonas en sombra en las que intuimos más figuras, más enfermos, arrastrándose por el suelo, levantando los brazos o ensimismados en su soliloquio.

La pintura de Goya que vemos es anterior a sus grabados de Los Caprichos pero su composición y claroscuros ya indica una forma de trabajar que se repite en sus grabados. En este cuadro Goya utiliza óleo sobre y en la que por supuesto destacará Francisco de Goya.

22.3.25

Goya y una niña de Zaragoza en la guerra


Si Goya fue el último gran maestro antiguo o el primer genio moderno es un dilema espurio: no se situó en la frontera entre dos épocas; él mismo era la frontera. Antaño fue celebrado por sus despreocupadas decoraciones de los palacios reales y sus grandiosos retratos. Pero Goya cambió y fue mucho más.

El Goya más admirado en la actualidad es el que abrió la modernidad social y, por primera vez, liberó los demonios internos del alma humana y los horrores de la guerra. No sabemos bien si Goya fue el último gran maestro antiguo o el primer genio de la edad moderna en la pintura, pues él mismo era la frontera.

La obra que vemos, La Aguadora, lleva la marca de ambas maneras de ser de Goya. A primera vista, parece un simple cuadro rústico de género: una joven zaragozana, encantadora, lleva agua y comida a alguien.

Pero cuando se pintó este cuadro, España ya había sido saqueada por las tropas de Napoleón. Es guerra lo que vemos aquí: el agua es necesaria para los héroes anónimos de Zaragoza, que detuvieron a los invasores prácticamente con sus manos desnudas. No es el sufrimiento lo que domina pero Goya utiliza la figura de la niña para poner en valor mucho más que los disparos o los heridos, nos habla de la Intendencia, ese trabajo heroico, obstinado y cotidiano de un pueblo que busca cambiar el mundo.

14.6.25

Brochazos de Goya, casi abstractos


Esta obra de Francisco de Goya mostrando al Rey Fernando VII no es la más conocida del monarca y de Goya. Pintada en el año 1815 vemos como detalla el Toisón de Oro que como condecoración lucía el Rey en la pintura.

En realidad traigo esta obra y su detalla para ver de cerca el tipo de brochazo que Goya utilizaba en sus obras, y que a veces le valió para serios disgustos como en Zaragoza con sus obras del las cúpulas del Pilar.Goya no buscaba una imitación literal de la realidad, sino una comunicación emocional e intuitiva de sus obras con el espectador. Él sabía que el ojo humano completa lo que el pincel sugiere, y que una pincelada cargada de intención puede decir más que mil detalles minuciosos.

Cuando Goya pintaba al fresco (como en la cúpula de San Antonio de la Florida en Madrid), debía trabajar rápido, sobre yeso húmedo, y en techos curvos o altos. Esto obligaba a un estilo más suelto, más gestual, casi impresionista.

Utilizaba pPinceladas sueltas, abiertas, casi sin contornos definidos. Las formas emergen de la luz y el contraste, usando colores planos o ligeramente matizados, con zonas casi abstractas si se observan de cerca. Lo que parecen manchas desde cerca, se transforman en rostros, ropajes, cielos al alejarse la mirada muchas veces por la obligación de la distancia a la que se colocaban sus obras.

Este modelo de brochazo en su pintura, es de alguna manera precursor de los impresionistas y expresionistas del siglo XIX y XX. Goya no solo pintaba, interpretaba la condición humana con una técnica que era en sí misma lenguaje. Esa mezcla de aparente descuido técnico y profundidad emocional lo convierte en precursor de lo moderno: del impresionismo, del expresionismo, incluso del arte abstracto.



4.7.25

La Virgen con el Niño (y sin San José) de Goya


Ha llegado a la muestra de "Goya. Del Museo al Palacio" en la Aljafería de Zaragoza una nueva obra de Francisco de Goya, La Virgen con el Niño (y sin San José) no siempre una obra totalmente reconocida como realizada por Goya sino atribuida, y pintada entre 1772 y 1773.

Es un cuadro pequeño, de 84 centímetros de altura, un óleo sobre lienzo de propiedad particular, y que se debió realizar por encargo para una capilla particular de Zaragoza, posiblemente junto a La Piedad, pues son dos obras muy similares en su tamaño.

En su forma y detalles recuerda a las pinturas de la Cartuja de Aula Dei salvando las distancias por el tamaño de la obra y por ello del tamaño de las pinceladas. Hay otra obra muy similar y realizada en las mismas fechas pero en donde también aparece San José. Obra realizada por Goya o al menos también atribuida a Goya según quien la revise.

Los análisis científicos realizados a la obra han mostrado que Goya pintó directamente sobre el lienzo, sin dibujo o boceto previo y que “reutilizó un lienzo en el que ya podría estar pintado un San Francisco de Paula” pues se observa un personaje barbado ataviado con un hábito monacal.

20.4.24

Retrato o autorretrato de Francisco de Goya


No hay duda de que quien vemos en este retrato es Francisco de Goya, que durante muchas décadas fue atribuido como autorretrato del propio Goya. Ahora hay algunas dudas propiciadas por el Museo de Arte de Boston, que es el propietario de la obra, sobre la autoría real.

Este dibujo de 11 centímetros de altura y realizado entre 1780 y 1783 con grafito y lápiz negro sobre papel verjurado y retocado con difuminos, cuando tenía entre 34 y 37 años, es la obra de un Goya asentado ya en Madrid tras haber realizado numerosas obras en Zaragoza y viajado a Italia, y empezar a ser valorado en su justa medida.

Este dibujo miniatura, guardado por Francisco de Goya entre sus propias pertenencias, pasó a su hijo Javier y luego a su nieto Mariano, hasta que lo compró Valentín Carderera y Solano. A partir de los hijos y nietos de este, la obra se escapó a los EEUU en donde permanece.

En aquellos años, Goya empezaba a trabajar para la Corte en Madrid, era académico de mérito en la Real Academia de San Fernando y pintaba en San Francisco el Grande. 

En esta iglesia, en la obra Predicación de San Bernardino de Siena, realiza un autorretrato pintado y muy similar a este dibujo. La mayoría de expertos siempre se han pronunciado sobre la procedencia de Goya como autor de este dibujo, pero es cierto que las dudas sobre los materiales utilizados obliga a tener que seguir estudiando el trabajo.