En el año 1929 Salvador Dalí realizó su primera exposición individual en París, con la entrada en la capital del entonces bien constituido movimiento surrealista, en donde expuso cuadros tan famosos como El gran masturbador, Los primeros días de la primavera y El juego lúgubre.
Este es el cuadro "más importante de la entrada de Dalí en el surrealismo" para el crítico Félix Fanés. Siempre en manos de coleccionistas privados, casi nadie sabía que El juego lúgubre escondía un secreto. Está pintado sobre un cartón en cuyo reverso hay un dibujo de Federico García Lorca realizado, según Fanés, pocos años antes de que se pintara el cuadro.
Félix Fanés, director del Instituto de Estudios Dalinianos, ligado a la Fundación Gala-Dalí de Figueres, mantiene la hipótesis de que Salvador Dalí utilizó el cartón con el dibujo de Lorca con un objetivo personal oscuro y simbólico pues en aquel momento estaban enfadados.
Pese a que El juego lúgubre es uno de los cuadros más reproducidos y conocidos de Dalí, se ha expuesto públicamente en muy pocas ocasiones. Su actual propietario, un coleccionista francés, explicó en una visita a Barcelona el secreto que escondía su parte posterior.
El dibujo de Lorca es interesante y representantivo de una época en la que el poeta tenía ciertas influencias iconográficas de Dalí. "Al menos dos temas que aparecen en el dibujo son imitaciones o influencias de Dalí sobre Garcia Lorca", añade. "Una es la cara en forma de máscara del personaje representado y después están las formas deshilachadas o venosas que también había utilizado Dalí en los años anteriores".
En la obra "El juego lúgubre" de Dalí, abajo a la derecha, hallamos la figura más imposible de repetir, un hombre con barba, cuyos calzoncillos manchados de excrementos inquietaron incluso a la otra persona, posiblemente Gala, que con una tremenda expresión que nos tenemos que imaginar, oprime con firmeza en el puño un pañuelo ensangrentado.
Este detalle, el hombre barbudo con los calzoncillos manchados y expresión desesperada, ha sido objeto de múltiples interpretaciones fundamentadas en análisis psicoanalíticos, simbólicos y surrealistas. El personaje podría representar el castigo o remordimiento asociado a la masturbación y a los deseos sexuales reprimidos.
El escatológico no es utilizado aquí para complacer lo surrealista, sino como una afirmación de lo humano en su totalidad. Dalí veía el excremento como algo inherente al ser humano, y, en contextos alquímicos, como parte de la fase de “putrefactio” que transforma a los humanos, a los seres vivos, para renacer.
En otros análisis de esta escena, la figura de la pareja podría aludir a su relación con su padre, y la mujer apoyada en el hombre sugiere dependencia; los excrementos, la represión paterna; el pañuelo ensangrentado, el miedo al deseo y posible castigo.
Dalí emplea aquí una iconografía cruda y cargada de ambivalencia emocional: sexualidad, culpa, represión, provocación y transformación. El personaje escatológico no es decorativo, sino esencial, habla de sus propias tensiones internas y su desafío frente a las normas morales del momento.
Es una obra que es casi un relato, una historia, un libro, cargado de simbolismos que no todos somos capaces de descifrar pues es sumamente complicado saber qué nos quiso decir Dalí con todos sus numerosos detalles.