Hace unos 15.000 años (o más, no hay consenso sobre la fecha) alguien pintó estos bisontes en una cueva de la actual Cantabria. Empleó principalmente negro y rojo, algún ocre y también buriles para remarcar las siluetas en algunos casos. Herramientas comunes todavía hoy.
Un negro de carbón vegetal mezclado con agua y posiblemente grasa animal como aglutinantes y diluyentes hasta formar una masa como pintura espesa. Posiblemente los rojos que son de óxido de hierro se han mantenido así de brillantes por las características de la climatología de la propia cueva, aunque estos colores cambian según la época del año, la humedad y la iluminación. Creen los estudiosos que se aplicaba la pintura empleando diversas herramientas. Desde pinceles burdos a los que a veces se les aplicaba en la cabeza unos trapos para empapar pintura y distribuirla más rápido y cubriente, como pinceles finos, o directamente con los dedos y unas telas o pieles, e incluso con unas cañas que a modo de aerógrafo permitían soplar pintura más líquida hacia zonas de peor acceso o cuando se pintaba con plantillas.
Técnicas que podemos comparar con muchas de las actuales. Pero si nos fijamos en los detalles, en el ojo o en las barbas de los bisontes o caballos, o incluso si acudimos al lugar podemos también ver cómo empleaban las formas de las rocas en las paredes para remarcar los propios volúmenes naturales de los animales, para dar más vida a la pintura. Sin duda unos excelentes artistas primitivos de los que no nos estamos olvidando pues sus conceptos de arte y sus técnicas siguen existiendo en el arte actual.