La fotografía de Primera Comunión ha sido desde siempre una constante en el mundo de los recuerdos familiares. Esta imagen es de 1933, una niña zaragozana posaba para su Primer Comunión en un estudio fotográfico de Zaragoza, creo que en la calle Don Jaime. Un pequeño escenario preparado para conservar un recuerdo que ha llegado a nuestros días, más incluso que ella misma que ahora cumpliría el siglo de vida.
En la fotografía la niña no sabe qué será de su vida, algunos de nosotros sí, pero por pocos años más. Algunos de vosotros si esto sigue existiendo podréis seguir viendo estas fotografías muchos años más.
Tampoco el fotógrafo esta ya entre nosotros. Ni su Estudio creo que se mantiene abierto. Todo evoluciona pero las fotografías pueden mantenerse si las hemos hecho bien, y de momento sabemos que si son en papel, pues sobre las digitales tenemos dudas.
La fotografía pues sobrevive al momento de la toma, durante muchos años, décadas, más de uno o dos siglos. Eso es fabuloso pues nos muestra el pasado, tiempos ya imposibles, instantáneas que ya no existen. Incuso sin tener en cuenta a las personas, triste palabra, podemos observar momentos, vestuarios, escenas, complementos, paisajes, calles, muebles, partes de las sociedades.
Debemos conservar las fotografías antiguas pues son ya patrimonio, y lo serán más según vayan transcurriendo los años.