16.4.23

Y tú… ¿por qué me miras así?


Vivimos rodeados de muchos elementos, de millones de personas, animales, plantas y circunstancias.  No estamos solos, aunque no siempre nos demos cuenta de eso. Vivimos con muchos “otros”. Y nos miran, nos quieren o nos odian, nos revisan y nos observan, les molestamos y nos queremos aprovechar de ellos. Es Ley no escrita.

Miramos para aprender. Miramos para observar y sabe defendernos. Miramos para saber si nos miran. Y sí, nos miran. Y nos miran por lo mismo que los miramos nosotros, para saber de qué palo va cada uno, para intuir, descifrar, imaginar, sospechar, interactuar de una manera o de la contraria. Somos vigilantes de lo que no creemos. Todos los demás, incluidas las piedras, los edificios, los gusanos o las moscas cuando nos rodean, nos envuelven. Y forma parte de nuestra vida, de nuestra piel externa, de nuestra mochila de vida.

Muchas de estas miradas se pierden, se escapan, no volvemos a cruzarnos con ellas. Pero han servido para construir segundos de vida. Enseguida nos escapamos para seguir buscando otras. Y nos queda el recuerdo de alguna mirada perdida, de distancias que deberíamos haber resuelto acercándolas, o de miradas con las que nunca nos deberíamos haber cruzado.

Mantener la mirada no siempre es sencillo, somos animales humanos y sabemos que con la mirada se conquistan reinos o se pierden batallas, se demuestra amor u odio, se transmite confianza o indiferencia.  Pero es la única manera de mostrar confianza en uno mismo. Si hay duda, por si acaso, mentar firme la mirada y confía más en ti que en el que te está mirando sin cantearse. Si agachas la cabeza es muy posible que sienta la batalla ganada y te ataque con fiereza.