4.5.23

Fabricantes de historias teatrales que no escribimos


Las paredes de las viviendas arropan infinidad de historias. También violentas, agrias, aburridas, perezosas, sin sentido, asquerosas.

Somos fabricantes de historias que no escribimos, de escenas teatrales que no queremos conservar.

Y un día nos vamos del lugar, dejamos las paredes en silencio y vacías de personas, abandonamos los espacios. Y quedan nuestros fantasmas.

No son fáciles de ver, pero nuestros fantasmas existen. Siguen hablando por nosotros, huelen a nosotros, tienen nuestra voz. Gesticulan como lo hacíamos nosotros. Cuando estábamos cabreados o cuando hacíamos sexo, cuando gritábamos o cuando susurrábamos al oido.

Esos fantasmas se van perdiendo, caen al suelo como caen las paredes viejas.A trozos, desmigados, sin opción a recuperar su recuerdo.

Y aquellas paredes desaparecen a la vez que los fantasmas y sus colores. Por fin, definitivamente ya, dejamos de existir en los espacios en donde habíamos dejado huella. Y se van llenando esos lugares de basuras amontonadas hasta que alguien las limpia y edifica otros espacios vacíos, dispuestos a seguir admitiendo a nuevos fantasmas.

Una vivienda nueva es una vivienda vacía.

Una vivienda vieja es una vivienda habitada por los recuerdos y los fantasmas, que se aparecen cuando se aburren y te hablan para contarte sus historias.

Una vivienda vieja es como un libro en donde no saben bien, tras cada página, qué nueva historia te vas a encontrar. Muchas veces incluso cuando has terminado el libro siguen apareciendo escenas y personajes de la obra, que ni te los habías imaginado. Esa es la diferencia entre una buena historia y una escena mediocre.