Era un pescador de río, sobre cenagosas aguas sucias, buscando peces imposibles y tuertos, pescador de triple posibilidad ante una mañana de primavera cualquiera.
Los peces salían a verle y sonreían.
Tonto él —se decían— pues si nos pillas no podrás comernos; somos venenosos, basureros, sucios esqueletos de barro pegajoso.
Pero el pescador de triple caña no entendía de ríos de ciudad y si entendía era por que gustaba de simplemente perder su tiempo jugando.
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