27.8.18

Quién es para mí Clint. Sí el Eastwood. Y su hijo también

Oyendo un concierto en Stavanger de Garbarek redacto esta entrada, pensando en la pureza de las aguas y luz de los fiordos y la música de este hombre, paisajes y sonidos que al nivel del mar trasladan a Lanuza, a Eriste, a Espot… No siempre vamos a mencionar Aragón.

Cuando salimos a la calle es para frotarnos con los vecinos, para rozarnos, para disfrutar de un café en un bar nuevo de puerto de mar que utiliza el Paseo de la Ribera como malecón, que mira al Puente de Piedra y al Pilar casando con las farolas de paseo marítimo del puente.

Es también que salimos para no preocupar a las autoridades, para no morir solos muchos que llevamos ese camino no sé si por elección, para tejer redes de buena vecindad que satisfagan a los colegios de Asistentes Sociales, que hasta allí no pueden llegar y allí somos muchos de nosotros… (hasta allí deben llegar personas sin derechos, aunque entren por Barajas como espaldas secas).

Cuando salimos de casa a estirarnos tomando vitamina D, podemos incluso llegar a ver en el Arrabal un milagro, un cartel del Festival de Jazz de Zaragoza, Edición de 2018. El último de la fila es el hijo de Clint, Kyle… Ese Eastwood Jr, descendiente de un padre que conoció bien España por trabajo, un artesano titiritero convertido –como le gustaba alardear a Fernán Gómez- en un maestro como director de cine. 

Un amante del jazz que canta, porque conoció, por Chet Baker desgarradas baladas a las que les falta el bemol-heroína.

Un hacedor de pesadillas, un fajador fijador de la verdad, un conservador que molesta porque dice verdades como puños mientras nos enternece, para mí el principal cronista del final del sueño americano, con el bee bop siempre colocado.

Hubo un momento en la crisis felipista de los 90 en que muchos, huelga general de 1986 por delante, nos despertamos de la pesadilla de la no igualdad de oportunidades que iba mucho más allá del OTAN de entrada, en que a nuestros padres (ellos, ellas trabajaban solo en casa) se les faltó al respeto y sufrieron por primera vez la globalización y los ERE cuando habían levantado España. 

Les declararon obsoletos e inútiles a esas personas que sabían hacer muebles, huerto, criar animales, vino, partían zocas de leña de un giro y… aún llegaron a la ciudad como aprendices en el metal a los 30 y lo dieron todo.

En el cine de Tamarite recuperado por su Ayuntamiento, el Circuit Urgellenc programaba cine de altos vuelos que se podía ir a ver un sábado de noviembre con otras 35 personas. En ese intento de programar cultura urbana en cabeceras comarcales que requería el baby boom cultureta y que ha matado internet, con el resultado conocido de morir de éxito pero en solitario.

Fue en ese cine y en el Cine La Paz de Binéfar, o en el Cine Victoria de Monzón donde, para no bajar a Zaragoza, Huesca o Lérida y para apoyar, vi como de reestreno de los cines Rialto, Norte o Venecia, todo el preclaro cine de Eastwood de los 90, no actor spaghetti-Wayne que ya me había deslumbrado con Birdie en la Filmoteca de Zaragoza.

Ese jodido carca sentimental se me ha metido dentro desde entonces, me hace llorar con cada película, entiendo lo que quiere decir... Repito, me despertó de un sueño: había que replegarse a la vida propia sin esperar nada de ningún sistema, todos somos débiles y fuertes, la iniciativa individual se encuentra abocada a liarse a hostias para defender simplemente tu espacio… En tus miserias nadie aparece para solidarizarse, que no tenga ya también nada que perder…

Luego me enteré que grababa las escenas a bote pronto. Normal, si reclutas ó más bien te aparecen cuando barruntas lo que sea Hackman o Freeman, si sacas lo mejor del ambiguo pero brillante Costner, si tienes como actor a Malkovich que te dirige él la toma, si le das a Hillary Swank el trabajo de su vida… Si grabas Iwo Jima desde la perspectiva americana y japonesa, con un total respeto en el último caso a una cultura e idiomas que yo comprendo y hablo, pueblo cuya identidad y orgullo reflejaba perfectamente su ejército.

Ese es Clint para mí: emoción, verdad, dolor y silencio… Búsqueda de identidades perdidas, fin del sueño americano o literano, narrador de juguetes rotos de la vida cotidiana carveriana, atento vecino de San Francisco, personaje aparentemente pagado de sí mismo que se autodestruye con sentido del humor…

Viene su hijo, he recordado “Sin perdón”, “Los Puentes de Madison” y su carrera como escolta agotado de “En la Línea de Fuego”, que me hizo salir del cine a la calle Lérida de Monzón sumida en la niebla a mitad de película, llorando inconsolablemente pensando en el agotamiento absurdo de mi padre y su generación, dispensándose tras la proyección los pocos espectadores sin decir una palabra. Conscientes de que eso nadie lo estaba diciendo en una España tantas veces demasiado pagada de sí misma (resulta que sí, y era Chirbes pero no el cine).

En la Champions de qué, presuntos progresistas que hacéis las leyes de abaratamiento del mercado de trabajo… Cómo os sentís viendo el cine de este facha y qué me decís de la imagen que os devuelve vuestro espejo…?

27/08 Luis Iribarren