14.8.19

Categorías para una necesaria convivencia

Lo que tiene este verano es que se diferencia de los anteriores por la tardanza o nula expectativa de confección de gobiernos en España y por el eterno hundimiento económico argentino,

También por las sombras de Grey en la conciencia de Trump, político quijotesco que para contentar a los workerclass white trash que le votaron (y a Marine Le Pen a la vez en Lille y Marsella. Su ¿acción política en redes? intenta evitar que los cinturones industriales de los Grandes Lagos americanos empiecen a ser almacenes de óxido equivalentes a los barracones de la industria pesada soviética de los agujeros transiberianos.

Su guerra comercial es con China pero las pocas cervezas o cafés que se pueden tomar en las ciudades de interior españolas (a quién le joda de izquierdas, del Estau español) esta semana se debe a que nuestros peligrosos nuevos convecinos no tienen nuestras categorías. Especialmente, no tienen la app de la categoría domingo, día de la Virgen ni tampoco Viernes Santo que es cuando menos se escaquean de servir con humildad confuciana.

Todos somos productos generacionales de nuestras categorías. A lo que añadir en el eje de abscisas origen social, racial etc. Y puede que sexo y orientación sexual, pero mientras haya gente que se lo salte en silencio, solo puede y no será universal más que para la negación de sus derechos.

Así, la categoría postguerra yo la sigo padeciendo en forma de nevera permanentemente llena -mi madre está en conflicto permanente contra la autarquía y la harina buena pero negra-.

La categoría mayo del 68 la ha exprimido y agotado con ironía para muy bien el filósofo José Antonio Marina. Como antes José Luis Sampedro y negación charnega de Juan Marsé. Ha inspirado determinadas categorías morales como el labordetismo, de dudosa eficacia táctico política al parecer, son principios que molestan para negociar.

Andalán engancha pero enseguida se le niega, laminado por la real politik.

Luego viene la mitificación de los dolorosos 80 y sus horteradas, la negación de la sutil generación de los 90 que ya no son sino acreedores de las anteriores. Todo porque no han pensado ya en términos de que el que algo quiere algo le cuesta. Son bellos y hedonistas los hijos de la España optimista yeyé. Tienen incluso conversaciones con sus padres e, incluso en los barrios más marginales de Zaragoza, en alguna ocasión les han regalado zapatillas para correr a sus padres.

Por lo demás, han violado versos alejandrinos con profusión y calidad.

Qué decir de la minoría blanca educada de la generación X que ya no va a coger fruta ni vendimiar, apenas, para pagarse unos estudios. De mirada lánguida y capaz, carne de ciudadanía del mundo. Son tan nuestros como quien baila reggaetón cada fin de semana, esa música que se impone en guerrilla partisana calle por calle. No se ve ningún crío caucasiano la segunda semana de agosto en la Avenida de Madrid de Zaragoza ni en Ramón y Cajal en el postlaurentis oscense. Solo vemos los que no tienen dónde ni con quién ir, sean los demás o no estructuralmente pobres sí que lo tienen y a quién heredar también. Y lo sienten.

Estoy releyendo a Harold Pinter, ejercicio que recomiendo en el insulso verano. Porque el bombardeo de que la realidad es lo que no parece es mayor, como en la campaña de Navidad y en la Semana Santa en que la ciudadanía, por imposición civil, parece más espiritual.

El dramaturgo inglés es afilado y nada absurdo. Plantea de manera rotunda que no es el hombre el que ha creado la palabra a su conveniencia, sino más bien es el logos el que está raptando al hombre.

Las categorías habitante neorrural, amante casada, salir fuera del armario como acto físico, ceder para alcanzar el consenso, aragonés del sur, nuevo vecino de Las Fuentes, chino con bar al que le perdonan los impuestos, fichaje rutilante del Real Zaragoza, devoto asistente al Rosario de la Aurora… es posible que nos posean, que nos adaptemos como el hábito hace al monje…

Mientras Savall y Ouka Lele visitan esa Jaca tan alejada del Camino de Santiago como parada de postas comercial, su origen mercantil. Que recordará un mercado medieval. Con sus jóvenes preocupados por el inicio de la Liga de Fútbol o buscar piso para compartir y no volver.

Dentro del bosque de Bronchales durante un rato no seremos nadie, por eso es mejor ir empresa de servicios por delante para hacer multiactividades. Un joven caucasiano español de menos de 30 años no pensará nunca que se pueda ir de otra manera o para hacer un uso consuntivo del espacio cazando.

Una pista de secano del Jiloca es el Camino del Cid.

13.08 Luis Iribarren