21.11.18

La cabina y la maestría industrial de Garci Y Mercero

Existe una nueva escuela española que produce y renueva constantemente actores entre metrosexuales y hípsters. También chicas capaces modo Christina Rosenvinge pero con melodía chicle, con telón de fondo monótono y coronado. Nacen en la tele, se enrollan con un futbolista o cantanta, y ya luego… si éso… hacen teatro en gira de producción que no falla. Si Terele levantara la voz…

Es un efecto que intenta emular el éxito HBO, productora en que rapsodas de lo nunca Trump-cotidiano como David Simon, fino redactor digno de “El Caso”, han guionizado y producido el mejor cine americano como espectáculo de los últimos tiempos.

Sorpassando maa a los indie-hillary, oxidando el contenido en mercurio-kimchi padrastro de las pajas mentales de Woody.

Dicho sea excepto de los magníficos coletazos del dúo Seymour Hoffman-Clooney el demócrata de la casta dirigiendo, y salvando al inmortal Scorsese, al que considero neorrealismo italiano con muchísimo mejores turturros para la salsa amatriciana.

No es tiempo de cracks ni de cabinas, guiones de dolor que solo te pueden sostener artesanos titiriteros como Agustín González y José Luis López Vázquez. Actores que representan, se decía creo que con demasiada retranca, al español medio.

¿Qué era la cabina, Garci-Mercero? ¿Una parábola de la dictablanda? Pues lo que ha venido después es más hermético e hirsuto. Ya lo vimos cuando en Barcelona el enorme Josep María Pou fue arramblado por el histrión, con calidad cuatribarrada, Flotats. Todo ello, como dice Jorge Javier, supervisado por los Milà, Sardà o Francino de la cosa. ¿Looking for Berto?

El derrumbe de López Vázquez dentro de la cabina retirada fue la escena, fotograma, pintura o todo… que más miedo y turbación me causaron de niño, cuando la vi todavía en blanco y negro. Y no me he conseguido recuperar.

Creo que si se desgoznaron tantas puertas rotas de tractores Ebro y de estas instalaciones se debió a que no fui el único que lo pensó. Porque si daba vueltas por Zaragoza, Aragón o fuera veía lo mismo en todas partes.

Como en la cabina amputada de la plaza Jesús sin árboles en que llamé a Zagreb para hablar con una amiga de otra parisienne de Berdún que fue quien un verano me inició a besar… llamada Ivana, que no me oía porque no nos dejaba el ulular del cierzo. Esas conversaciones rotas por las corrientes, a la gente con presunto glamour de Francia le hacían concebir que España era una Albania bunkerizada.

Quita, quita, así siempre se podía salir.

Pero es que esa puerta en Zaragoza podía ser y solía por la ley de Murphy la del lado oeste, Garci o Mercero, tanto monta, monta tanto. Volver a empezar, podrías hacer otro guión semejante de una persona aturdida hasta la extenuación porque no le atiendan las máquinas replicantes y frontón de los servicios públicos esenciales privatizados.

Vale, que ya no piensas igual… Pero dejaste varias obras que todos entendimos y que tenían tanta brillantez como el soberbio y culto esteticismo de Erice.

20.11 Luis Iribarren