2.11.18

La influencia de la música sefardí y Aragón

Subiendo hacia la Alta Galilea tuve la sensación de coger la carretera Tauste - Sangüesa por el tipo de paisaje y regadío que iba atravesando. Quizá sin arroz, quizá menos fecundo ni con un desierto tan interesante como Bardenas.

Pero el mismo tipo de tierra fértil arenosa que daba lugar, según estratos, a la aparición de garrigas, carrascas y luego pino rojos y cedros me trasladó a unas Cinco Villas con el monte más cuidado y arbolado. Por su posición geo-edafológica, por su política de control del agua común a Turquía, por su uso inteligente de las aguas residuales para riego por goteo, Israel es un laboratorio entero del CITA al aire libre.

El autobús se convirtió en un taxi para mí, en una de estas concesiones en las que caes y donde, cuando das un paso fuera de Haifa, ya no se suben más que algunas mujeres palestinas para ir al consultorio médico o la facultad de la capital de la provincia, de la Ejea de turno que es Zafed. El ritmo se convirtió entonces en absolutamente oriental o sefardí.

Allí nacieron dos posibilidades que te encuentras también en los autobuses de Avanza: el ritmo lento provoca que el conductor se ponga música sin molestar y te traslada, por si te habías quedado en Uncastillo, al lugar al que en ese momento perteneces y que se ve reforzado por lo que has venido comiendo –siempre modo libanés en la calle- y en el exquisito trato y familiaridad con los que el conductor, judío sefardí sensual, trata a los ocupantes palestinos que van subiendo. Y que se favorecen, por haberse quedado a convivir, de la magnífica organización del transporte público isrealí, de origen ashkenazí (es decir, yidish de Magdeburgo-Cracovia-Odessa- Breslau-Lvov o Vilnius).

Daba tiempo de conversar en inglés esquelético por el que me pedía perdón el conductor, yo en los asientos de primera fila. Cuando me recosté, me hizo dar ejemplo poniéndome correctamente sentado, zazen, mirando siempre hacia Galilea con el horizonte en el este, en Palmira y la Ruta de la Seda, en las incontables ciudades hermanas de Zaragoza incluso atravesados los 7.000 metros que culminan el valle de Fergana, los Tien Shan chinos.

Puso pop falafel israelí, que me aspen si se puede distinguir si esa música como judía cuando que podía haber tenido su origen en Jaipur, o Karachi-London, o incluso las refinadas Kabul-Shiraz. O bien, incluso ser bosnia o rumana.

La misma querencia musical por glisar, por levantar el ánimo, por usar la música en sentido de huída desesperada de la brutal realidad de violencia del cine de Kusturica. Al mismo tiempo, alentada la conciencia de integración y pertenencia por esas charangas de clarinetes desatados judías. Comunes a la música zíngara y que llevo grabadas en la memoria desde la primera vez que vi “El tercer hombre”, el gran Anton Karas a la bandurria extendida con pulso y púa.

En mi honor cambió Radio-Olé-Samaría por otra cadena menos comercial. Yo ya tenía la duda en el interior, como distinguir a los pueblos del Libro es imposible. La convivencia y buena vecindad solo se ve interrumpida por intereses geopolíticos, e incluso van camino los judíos ortodoxos de un imparable mestizaje, puesto que han asimilado de manera discutibles a tantos yemenís o etíopes supuestamente judíos, como a eslavos de pelo rojo y mandíbula y caja cuadrada puedes ver en Tel Aviv.

El conductor sintonizó unas músicas con bouzoukis-baglamas-oudis (sí, nuestro laúd) y ya me acabé de ruborizar. Sabía que era griego pero, ¿no podría asimismo ser música sefardí española?

Me lo resolvió sabiamente el conductor, toda la música griega vía Salónica tiene ese componente judío soñador que borda en sus arreglos la música de Leonard Cohen. Podríamos haber ido más allá, toda la música semita y de corte de Estambul, así como gran parte de la india, proviene de las ceremonias, música y poesía parsis, del actual y que hacen pasar por iletrado Irán. De la principal amenaza para que ese autobús siga cumpliendo su ritual cotidiano de llevar palestinos a intentar hacer una vida mejor, con mayor igualdad real de oportunidades gracias a la Fundación Hebrea americana.

Lógicamente pienso en ellas, como son ellas –de un lado judío como de otro palestino- las urdidoras y mantenedoras de las tradiciones musicales, canciones y bailes siempre sensuales del sensual oriente.

Habrá que cerrar con una cantata basada en un texto bíblico, Abraham en Babilonia se encuentra con el constructor de la Torre de Babel y se confrontan en “Quando el rey Nimrod” que, de origen medieval, se recopila en Sarajevo en 1790… 

Enorme trabajo ha de liderar Aragón para abrirse a todos estos mundos que fueron el nuestro:

Cuando el rey Nimrod al campo salía, Mirava en el cielo y en la estrellería, Vido una luz santa en la judería,
Que havía de nacer Avraham Avinu.

Avraham Avinu, padre querido, Padre bendicho, luz de Israel.

Luego a las comadres encomendava, Que toda mujer que preñada quedaba, Y si hijo pariere al punto lo mataran
Que havía de nacer Avraham Avinu.

…//…

Saludemos agora al señor parido, Que le sea besiman-tov este nacido, Que Eliahu Hanavi mos sea aparecido,
Y daremos loores al Verdadero.

Saludemos al sandak y tambien al mohel, Que por su zekhut vos venga el goel Y rihma a todo Israel,
Y daremos loores al Verdadero.

02/11/2018 Luis Iribarren.