10.10.18

TIERRA, by donostiarra Julio Medem

Quizá Carmelo Gómez y Emma Suárez sean mis dos actores españoles favoritos de mi generación. Mis directores, por huida de lo carpetovetónico, serían sin embargo no castellanos sino periféricos que manejan dicho ganado. Con otra visión de la luz que nos inunda, con esa devoción por el páramo que ya tuvieron Azorín, Machado y Unamuno, amantes de los ocres y la palabra dada en forma de silencios y adustez propia de Castilla, sí, pero también del Sistema Ibérico aragonés. Entornos de gentes duras, calladas y decididas, muy listas y pacientes en la negociación, de pómulos altos y mirada verde judía.

El asturiano Gonzalo Suárez, la catalana Isabel Coixet y el donostiarra con apellido sirio Julio Medem han compuesto fascinantes huidas en dirección contraria a los colorines, camisas de copones, monjas torero y situaciones inasumibles de la movida cinematográfica. Y es que Vaquerizo sí que empalaga… No han tenido límites, han concebido o perpetrado para bien historias en lugares y con actores disímiles, no necesariamente españoles, han buscado a Byron con luz asturiana o concebido historias en la bellísima Oxford, historias de ciudadanos del mundo, complejizando para muy bien la interpretación de actores encasillados como los mencionados o el gran José Luis Gómez en “Remando al viento” al frente de sostenerlas. Buscando un cosmopolitismo normal, para el que el gran José Sacristán no sirve por devoción propia.

La mirada de Medem, la belleza de Silke… se anticiparon a tanto dron y tanta valorización de la astringencia de la garnacha con una mirada propia pero también dirigida hacia dentro, a la sociedad aragonesa.

Junto con el asentamiento en Calatayud, su ciudad de origen, de mi fascinante amiga Rosa Anía, ella pero también Medem con su mirada de txalaparta reseca de carrasca sobre Aragón, me han hecho amar profundamente los paisajes, árboles, comida y entornos del Sistema Ibérico antes de Calamocha. Después, ya es más monumental pirenaico y no necesita presentación. Excepto en el caso de los chopos cabeceros, felizmente considerados dioses de nuestro panteón sintoísta desde fechas recientes.

Qué cosa, la película confirma al entorno de Cariñena y sin pretenderlo, a través de la historia de su protagonista, como histórico lugar de paso. Lo es desde Roma por su endógena riqueza. Especialistas en plantar, replantar o fumigar, también de hacer vino ya enormemente agradable sin perder personalidad, vienen y duermen en esa comarca y están en contacto permanente con cultivadores y enólogos del país. Espabilan, los serranos ibéricos siempre se hacen los falsos huevones cuando no tienen nada de esos rasgos, son finos, directos, punzantes y buenos comerciantes de hablar fuerte…

Es curioso que el personaje de Carmelo Gómez apareciera y socavara conciencias modo ibero, modo relación cósmica que desarrolla en este polo de energía, en este lugar antiguo y rojo ladrillo, pedregoso pero fértil. Y que lo hiciera encargado de erradicar una plaga de cochinilla que le daba demasiado sabor a tierra al vino.

Ahora se pretende mineralizarlo para realzar el Cariñena, el vino de las piedras lo llaman. Mezclándose la garnacha en proporciones de 20% con la terrosa uva shyraz, de precioso nombre y connotaciones persas.

Medem me descubrió un Aragón vacío para bien, no de póster, que corre un excelente ganado ovino que impregna sus músculos de sabores aromáticos, que produce uno de los vinos más singulares del mundo. Tan espectacular, como poéticas son sus imágenes, y os aporto mis lugares favoritos. Es un verdadero oasis y también un paraíso micológico en otoño.

10.08 Luis Iribarren