14.6.18

Cristo de la Cepa, de Valladolid

Dicen las viejas historias sin autentificar, que allá por los tiempos en los que los judíos vivían en España, había en Toledo un judío que gustaba de mofarse de los cristianos pues como muchos de ellos no se creía que Jesucristo fuera realmente el verdadero Mesías y que hubiera muerto en la cruz.

Mientras podaba una de sus extensas viñas, le llamó la atención un objeto extraño que apareció sobre una de sus cepas y al acercarse vio que era un crucifijo. Al verlo, cayó de repente de rodillas, y anonadado tomó en sus manos la efigie y la besó inundando de lágrimas el momento y convirtiéndose al cristianismo en ese instante; y cuentan esas viejas historias de conversiones milagreras que fue tal su fama que el propio Cardenal Arzobispo de Toledo, D. Sancho Rojas, le dio el bautismo al judío convertido.

Este Cardenal fue trasladado a Valladolid donde fundó el monasterio de San Benito el Real y en donde entregó el milagroso crucifijo que se había llevado de recuerdo, del que vemos la imagen real de Jesús, y que a partir de ese momento le llamó “Santísimo Cristo de la Cepa” que empezó a recibir culto católico a finales del año 1739.

En el siglo XVIII fue sacado el crucifijo varias veces en rogativas por Valladolid para salvar a la ciudad de sequías pertinentes o impertinentes, inundaciones o para salvar cosechas ante veranos muy secos. En el año 1835 se trasladó hasta la Catedral, como uno de los mayores tesoros de la piedad vallisoletana.

Como es lógico suponer y respetar, la FÉ está para eso, para emplearla o no emplearla; y como uno mismo —que ha vivido junto al mar o en tierras de Soria—, ha visto raíces parecidas en ambas zonas geográficas, y nunca he supuesto que se me estaba apareciendo ni Cristo ni santo conocido, tengo mis dudas, con el respeto correspondiente que deben tener todos los que crean que realmente es un Cristo aparecido.

Pero a la vez me supone simpatía la obra que se conserva en la Catedral de Valladolid dentro de una urna de cristal, con su explicación correspondiente que más o menos os he transcrito. Que cada una o uno rece o llore, piense u opine. Repito, es la fé y en este caso una obra artística, aunque sea construida por la propia naturaleza de forma casual o no. La altura de la figura es de unos 20 centímetros.