Salvador Dalí definió La Madonna de Portlligat como uno de sus manifiestos vitales. No era solo una pintura monumental, sino el epicentro de una nueva mística nuclear destinada a reconciliar ciencia y religión, pasado y futuro, cuerpo y espíritu. Una obra al óleo de casi metro y medio de altura, realizado sobre lienzo en el año 1950.
En 1949 Dalí pinta una primera versión reducida de la Madonna, que presenta al papa Pío XII con el objetivo de obtener la bendición para casarse con Gala por la Iglesia. En el verano de 1950 realiza en Portlligat una segunda versión monumental, marcada por la fascinación por la física nuclear tras Hiroshima y Nagasaki.
Salvador Dalí representa a Gala como la "madre" en un sentido muy religioso y, sobre ella, un pequeño niño. Ambos contienen dos ventanas que se abren hacia el infinito; la del niño sostiene el pan de la vida. Estas dos ventanas tienen un doble significado. Por un lado, simboliza el nacimiento de la madre y, por otro, el nacimiento en espíritu. Por este motivo la espalda de Gala está bañada por las aguas primigenias del mar como el origen de la tierra.
El niño sostiene además la bola del mundo y el libro del conocimiento que, junto a la posición de sus piernas, si nos fijamos bien, forma una cruz y el número cuatro como símbolo de la materia, la duración del tiempo.
La obra, rodeada de elementos flotantes que simbolizan la descomposición de la materia, dialoga con el clasicismo renacentista y proyecta a Gala en el papel central de Virgen. Dalí escribiría en sus memorias: “Gala, tú eres la realidad”.
En noviembre de 1950 se presentó en la Carstairs Gallery de Nueva York en una instalación casi teatral: el lienzo, demasiado grande para entrar por el ascensor, fue izado con cuerdas desde la calle hasta la sala, bajo la supervisión del propio Dalí.
La obra, rodeada de elementos flotantes que simbolizan la descomposición de la materia, dialoga con el clasicismo renacentista y proyecta a Gala en el papel central de Virgen. Dalí escribiría en sus memorias: “Gala, tú eres la realidad”.
En noviembre de 1950 se presentó en la Carstairs Gallery de Nueva York en una instalación casi teatral: el lienzo, demasiado grande para entrar por el ascensor, fue izado con cuerdas desde la calle hasta la sala, bajo la supervisión del propio Dalí.