26.6.22

Goya en la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid


Francisco de Goya
dejó en la ermita de San Antonio de la Florida en Madrid unas obras que son hoy un ejemplo del trabajo en fresco. A finales del año 1798 y en solo cuatro meses plasmó una decoración religiosa que en estos tiempos se ha detectado que corren riesgo de perderse al ir deteriorándose poco a poco. Necesitan con urgencia un trabajo de conservación ante la debilidad de la pintura en fresco que no siempre se comporta con el tiempo con seguridad.

En la imagen vemos el Milagro de San Antonio de Padua, resucitando a un hombre fallecido con el que vemos hablar en el momento de volver a la vida por el milagro. Las obras de la ermita fueron casi seguro un encargo que partió de su amigo Gaspar Melchor de Jovellanos, entonces ministro del rey Carlos IV.

“A corto plazo no peligran las pinturas, pero hay que cuidarlas, además hay aprobado desde hace tiempo un plan de restauración de las cubiertas, por lo que instamos a ambas instituciones a que actúen lo antes posible” ha informado la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, realizando una urgente reparación de las cubiertas.

En su cúpula tiene la ermita una de las obras más reconocidas de Goya, con una barandilla fingida en la que se apoya una multitud de personajes, se observa el milagro de San Antonio de Padua, cuando el franciscano que se hallaba en Padua se enteró que a su padre le acusaban de un asesinato en Lisboa. Hasta esa ciudad se trasladó milagrosamente y pidió ver al difunto para que declarase si su padre era o no el asesino. 

Y en la obra vemos a San Antonio hablando con el asesinado, para que le explicara quién realmente le había atacado. Resucitado el joven asesinado, declaró ante los presentes que no habían sido los padres de San Antonio aunque lo habían enterrado en los jardines de su casa, por parte de un enemigo que tenía que a su vez eran parientes suyos.

Goya pintó como escena central, la que primero veían los fieles al acceder a la ermita por la entonces entrada principal, el momento en que el San Antonio de Padua, elevado sobre una roca, interroga al fallecido, que está desnudo y demacrado, con las manos juntas y sujeto por un hombre que es quien lo ha llevado a la presencia de San Antonio.

Los frescos en casi todos los casos se pintan como bocetos pues se van a ver a una distancia grande, desde el suelo. De cerca podemos ver brochazos y pocos detalles, todo parece abocetado, lo que desde abajo logra el efecto visual de tener casi relieve pues en realidad son manchas de luz y de color.