5.6.19

Capiteles románicos con bestias. ¿Por qué esos monstruos?

El mundo románico en el arte viene del mundo grecorromano, persa, bizantino, y eso le entrega una mezcla de religiosidad y de figuras paganas donde los animales y sobre todo la mezcla de partes de animales con personas complica el entendimiento actual, aunque en realidad simplificaba el de aquella época. 

Esto unido a la necesidad de hacer catequesis sobre una población analfabeta en un cambio de milenio hizo que se simplificar el mensaje pero a la vez se ampliara a más conceptos, usando la imagen en vez de las letras escritas, para acompañar a la palabra. Un catecismo en piedra para las personas que no conocían los libros.

Esas figuras que podemos ver sobre todo en capiteles románicos en realidad nos están mostrando una doble vertiente del ser humano. Por una parte imágenes que representaban la bondad, la obediencia, la religiosidad y el respeto. Y por otra las figuras distorsionadas que representaban el abuso, los vicios, las perversiones de todo tipo, la cólera y el pecado.

Simplemente había que transmitir que existían dos versiones libres de comportamiento y que cada una de ellas te llevaba a la salvación del Cielo o a la destrucción definitiva en el Infierno. Y para eso se utilizaban a los animales convertidos en poderes monstruosos que torturaban a personas, o a los animales en los que te podrías convertir si no les hacías caso a “los salvadores” de tu vida eterna.

Tampoco podemos decir que se diferenciaran tanto las figuras que representaban el bien como el de los ángeles, de los que representaban el mal como los demonios, pues generalmente utilizaban mezclas de animales y personas para explicar la parte exterior de todos nosotros y la parte interior y escondida que cada uno llevamos dentro. Aquella pedagogía intentaba explicar la diferencia entre lo que vemos de alguien y lo que esconden “los malos” que a veces lo hacían disfrazados de bellas figuras.

Las aves eran imágenes positivas, como lo era la nobleza del león y su fuerza para imponer la rectitud. En cambio los conejos ágiles y rápidos para escapar, las serpientes que se arrastran por los suelos, los jabalíes sucios y cochinos, las cabras capaces de trepar a cualquier lugar, o incluso las ratas y las liebres capaces de procrear en exceso y por ello ser consideradas lujuriosas y amantes del sexo sin mensura, eran considerados animales pecaminosos y negativas.

Luego estaban los dragones, símbolos claros de los demonios, de los seres fantásticos, los enemigos de Dios que se querían parecer en poder a Él, animales que volaban, escuchaban con grandes orejas, mordían o envenenaban a quien se acercara a ellos. Capaces de engañar con sus dos cabezas, una mala y otra buena. O de esconderse por los suelos cambiando de color. 

A veces estos dragones eran cuerpos de bellas mujeres que engañaban mostrando encantos en sus bustos pero escondiendo grandes colas maléficas llena de escamas. Animales brutales, que engañaban con sus encantos para luego destrozar a quien osara fijarse en su belleza encantadora.

Estos asuntos nos pueden parecer infantiles y sin sentido, pero hay que entender esto en aquellos contextos del siglo X y XI, en personas que nunca habían visto la escritura ni conocían la cultura o la educación, y a las que se intentaba manipular para tenerlas sujetas por los miedos, trabajando en ciudades asentadas, donde unos pocos listas se llevaban los beneficios de muchos otros que eran analfabetos totales.