La transformación de los museos de arte ya está en marcha, pero en las próximas décadas veremos cambios aún más profundos. No serán solo almacenes de obras; y si lo fueran por no querer cambiar, estarían condenados a la irrelevancia. La pregunta clave es: ¿Cómo evolucionarán los museos de arte?
Tradicionalmente han sido templos de contemplación y veneración. Hoy se están convirtiendo (y deberán hacerlo aún más) en laboratorios de pensamiento, de creación y de participación. Ya no basta con conservar y exponer.
Deberán facilitar el pensamiento crítico, la experimentación y el diálogo entre públicos muy diversos. Serán más centros vivos que contenedores sagrados.
El museo del futuro tendrá que ser un espacio vivo en donde se pueda disfrutar de una experiencia expandida, con igual importancia para lo que sucede dentro de sus muros y lo que ofrece en plataformas digitales.
Visitas virtuales, pero también herramientas didácticas accesibles desde cualquier parte del mundo. No será tan importante el “Edificio” como su contenido abierto a diversas opciones contemplativas y didácticas y vivas.
Archivos abiertos, talleres online, experiencias de realidad aumentada… que permitan interactuar con las obras, no solo verlas. Los museos dejarán de hablar desde arriba para escuchar y trabajar con la comunidad. Creación de exposiciones solicitadas, inclusión de relatos minoritarios y participación de colectivos no expertos.
Ya no solo desde la presencia física del espectador y la obra, como de las obras y autores con los espectadores que estarán en muchos lugares. Tendrán que abrirse a ser lugares donde se dialogue sobre lo político, lo social, lo ecológico, sin evitar estos temas, sino asumirlos como parte del presente del arte.
Ya no basta con poner cartelas pequeños en las paredes indicando lo básico de una obra y organizar visitas escolares. El museo debe ser una extensión del sistema educativo, y al mismo tiempo, una alternativa a él.
Espacios de aprendizaje informal, no jerárquico, donde cada visitante pueda construir significado por sí mismo. Usando lenguajes claros, visuales y transmedia, que dialoguen con lo contemporáneo sin banalizar el contenido. Ofrecer múltiples niveles de lectura. Para quien busca una experiencia estética rápida, y para quien desea profundizar durante horas o desde su casa.
La pedagogía del arte debe ir más allá del dato histórico, y debe emocionar, implicar, conectar con la vida de cada persona.
La mediación cultural será tan importante como la curaduría: profesionales que activen vínculos entre el arte, el espectador y la sociedad.
¿Y si no cambian? Si los museos no se abren a estas transformaciones, perderán a las nuevas generaciones, que buscarán experiencias más interactivas, conectadas y significativas. Quedarán relegados al rol de archivo o depósito, sin influencia social real. Y, quizás lo peor, dejarán de ser útiles para imaginar futuros posibles.
Cambiar no es sencillo pues se trabaja desde edificios en muchos casos históricos, anclados incluso, poco dados a la innovación y al cambio. Pero por otra parte no es posible cambiar de ubicación por lo que representan los Museos más conocidos.
Tal vez haya que empezar a trabajar de forma lateral con mapas afectivos de las colecciones, donde el público cuente qué le sugiere cada obra, y que le pide o le ofrece, para resultar más inmersiva. Es posible que haya que trabajar en programas para mayores y jubilados, no solo para niños o escolares.
Y sin duda hacer un uso del museo como espacio comunitario, no solo expositivo, ampliando los espacios para reuniones culturales, teatro, talleres, con la participación de incluso vecinos de la zona de influencia. También se pueden explorar crear residencias formativas y proyectos interdisciplinares con científicos, sociólogos, poetas, vecinos… tejido social de su ciudad, etc.
Un detalle a resolver en el corto plazo es el acceso libre pero con controles de la posibilidad de realizar fotografías de las obras, sin luz artificial, a una cierta distancia, y que se puedan multiplicar en las Redes Sociales. Crear incluso Libros de Artista con algunas de las obras y sus detalles, que puedan estar al alcance de los visitantes a través de códigos QR.
No hay dudas de que los museos seguirán existiendo, son muy necesarios incluso simplemente como almacenes de multiplicar la cultura anterior a cada temporada o generación. Pero solo serán relevantes si se transforman en centros de producción de todos los sentidos posibles, abiertos, dinámicos y profundamente conectados con las preguntas del presente, de las personas que incluso no los visitan.
Un Museo debe trabajar con su sociedad desde fuera del edificio. Debe abrirse como ya hacen por poner un ejemplo cercano el Museo del Prado, para mostrar que es una herramienta más de gozo, al alcance de todos. Un Museo Público es de todos, para todos.
Solo para acabar y sin olvidarme para nada del tema de la seguridad y acordándome de esos torpes sociales que a veces juegan a manchar las obras, incluso a destrozarlas, hoy hay ya sistemas digitales de reproducción de obras que pueden complementar de forma casi perfecta a los originales, para que estos, que no nos pertenecen a nadie en concreto y a todos incluidos los que no han nacido, perduren en el tiempo.
Algunos originales, cada vez más, deben estar protegidos contra casi todo, sin evitar que se puede disfrutar de la obra, sus detalles y sus sensaciones, con la ayuda de las nuevas tecnologías.