1.12.22

Nos morimos en silencio e incluso sin poder recordar


Con el frío de diciembre me acerqué a la orilla de mi río a observar el amanecer.

Un poco tarde era ya.

Pero quería impregnarme del silencio.

Incluso de la soledad.

También de mí mismo.

Era la sensación de que allí volvería en un tiempo, convertido ya en nada de nada.

Agua, luz, sol como energía para la nada, naturaleza básica.

Me entró miedo y me volví enseguida. 

No quería contagiarme de la enfermedad del sueño. Todavía no creo que fuera mi hora.