14.2.19

¿Invictus y la transición española solo fueron márketing político?

La situación política en España con demandas de revisión del Estado de las Autonomías hacia la autodeterminación o retorno órdago al estado centralista como contrapeso obligan a una reflexión necesaria.

Esta noche reponen “Invictus”, una de las películas en mi opinión más necesarias pero más flojas por panfleteras de Clint. A mí me gusta más, como Woody me gusta menos, cuando se retrata a sí mismo manejando la quilla de la barca de rafting a la deriva que es esa extinguida clase media norteamericana no emprendedora, a nómina de GM, y neo votante del Tea Party. Hundida por los brokers de Reagan y por los garajes del Gran Hermano de Palo Alto.

A los que votan extrañamente por envidia pensando que generarán riqueza y no tienen los intereses de fondo buitre que tienen en, no ya hundir, sino negar el sistema de Seguridad Social de Montgomery, para auxiliar a quienes te ayudan a ganar una guerra y dejas tirados.

La situación en Sudáfrica es muy tensa, hay huelgas en los servicios públicos esenciales. El Congreso Nacional Africano ha devenido en un PRI de multimillonarios negro-bantúes que se sienten incómodos en los funerales de los ministros de Mandela. Algunos son cleptómanos redomados.

Van cobrando las coimas de los bárbaros al Imperio. Tienen el monopolio de la violencia, de la venganza, de la victoria electoral pero no la propiedad de la tierra.

Solo ha funcionado bien la tricapitalidad entre Pretoria, Bloemfontein y Ciudad del Cabo que aquí nunca hubiera admitido Madrid.

Hay un millón de blancos a los que han devuelto las violaciones de forma indiscriminada y aleatoria, considerando que todos eran hijos o nietos de esbirros torturadores, y que se han marchado a Australia porque Holanda no los ha recibido con los brazos Schengen abiertos. Qué podemos esperar de la Unión Europea si esto lo hace con blancos…

Los negros, que beben vino fino, juegan solamente al fútbol pese a la película y han tomado los Downtown excepto sus garajes, siguen practicando en el outback de la sabana una negación colectivizadora de la propiedad de la tierra que ocupan jugándose una mordedura de lobo perro, que sigue siendo en un 85% propiedad blanca –aquí se llama eufemísticamente derecho histórico y se cobra la PAC aunque no se trabaje, lo que sería una solución para ellos y les arreglaría su vida de calvinistas en el sur de Francia, una vida deslumbrante Theron-.

La política sudafricana no se dirige hacia ningún perdón, hacia ninguna superación, hacia ninguna sociedad mestiza con el gobierno de los mejores. Se dirige hacia imponer determinadas cuotas de negros, de mujeres, de sucesores de Ghandi en los bancos y compañías de diamantes, dirigidos por afrikaneers y judíos

Que en su propio país se comportan como enclaustrados en campos de concentración de lujo, con sus propias televisiones, capacidad adquisitiva canadiense provisional, centros comerciales en Joburg norte y shuttles hacia los aeropuertos para pasar fines de semana en el paraíso Europeo.

La reputación de Mandela se mantiene inmaculada, justamente, o ennegrecida de betún de buen olor como islote y como mero escenario. Pero sus sucesores no representan al pueblo doliente segregado. Hay obscenas reconstrucciones de ciertos condominios de Soweto, algunos teatros, museos o restaurantes nuevos. A siete veces el precio de la cerveza del barrio que los colmados de contenedores.

Es demasiado parecido a lo sucedido con el PSOE en España, su élite es una gran consumidora de riquezas, de seguros y fondos de inversión, de colegios británicos gestionando la educación privada.

En los funerales de estado, lo que queda del CNA –aunque lo sigan votando- acojona a sus dirigentes en primera fila. Se ponen a bailar y cantar las canciones que hablan de Steven Biko, de su gran marcha desde la antigua Rodesia a la que van camino de parecerse.

A esos dirigentes que consuelan a viudas e hijos vestidos con dignidad cubana verde oliva, con cara de decepción, con la misma cara de Coetzee escribiendo “Desgracia”.

No pasa lo mismo aquí, con Alfonso Guerra salvando España y enardeciendo a mineros leoneses prejubilados pañuelo rojo al cuello y Rolex en brazo levantado en puño de uñas de esteticienne.

Con el mismo anhelo frustrado y las mismas ventajas de que te traten nada que describe Manuel Vilas en “Ordesa”. Escrito por otro hijo de esa provincia apenas conocida en España, origen de un territorio histórico que niegan sus propios ocupantes y desconocida absolutamente en el mundo…

14/02 Luis Iribarren