29.9.21

Y como no tenemos frío, no hay cambio de color


He ido a mi frutería a comprar unas mandarinas y al señalar unas que eran verdes de verdad, la vendedora me ha dado para mi sorpresa una respuesta novedosa.

—Son de España, y más ácidas que esas otras. Esas no son de España —me ha dicho señalando las de un cesto a mi derecha.

Creo que ya solo le faltaba decirme que las verdes estaban podridas. Pero ha insistido porque ha visto en mi cara que yo no estaba muy convencido en cambiar de decisión.

—Las de fuera son más baratas.

Ha cogido las verdes, es lógico, pero no por ser más ácidas, españolas o más caras, no, simplemente por mi cabezonería. Bueno soy yo. Quiero las verdes precisamente por ser verdes. Lo complicado será explicar en casa que he cogido las verdes cuando todos tenemos el marco mental de un color determinado. 

—¿Verdes? ¿Estás tonto? ¿Y encima te han dicho que eran ácidas? ¡No se podrán comer!

Las mandarinas casi nunca son verdes, así que quiero jugar con ese sabor ácido. Al llegar a casa me he dignado a mirar por San Google de qué iba esto, de qué variedad eran esas mandarinas. Para estar preparado ante las críticas de lo mal comprador que me siento.

Y ¡oh!, no, es que las mandarinas que maduran sin frío no logran ser naranjas, y se quedan verdes. Y este otoño no está siendo otra cosa que caluroso. Otro día miraré a ver porque las de fuera son más baratas, pero no me he querido joder más el día.

—Es el cambio climático, es que en España no hemos tenido frío este otoño —les digo a la familia mientras me observan con cara idiota, pues nadie me ha preguntado nada de nada.