El compositor Antonín Leopold Dvořák es mi preferido sobre todo por su Novena, que la habré escuchado más de un centenar de veces. Toda ella. Caprichos de complicada explicación pero que vienen desde niño cuando escuchaba el programa de radio: "Ustedes son formidables".
Cuando visité su tumba en Praga en el Cementerio del Castillo de Vyšehra, y en donde reposan numerosos escritores o músicos checos, la emoción me produjo una curiosa mezcla de alegría y tristeza. Creo que lo llaman emoción.
En aquel verano del año viejísimo de 2003 estaban reparando la calle que da entrada al cementerio, y em esos impulsos que no siempre tienen explicación pertinente, me traje una piedrita de las que ponían en los nuevos suelos, en los adoquines de entrada.
Todavía está en mi despacho sujetando papeles pendientes. Cosas de la vida y de la muerte. Sus últimas obras, sus sinfonías americanas, dentro de su viva y potente actitud, son relajantes para mi, son como amigas, cosas curiosísimas.
¡¡Vivan la Sinfonía Número 9 en mi menor llamada del Nuevo Mundo y el Concierto para violonchelo en sí menor!!.
Por cierto, de la Novena o Sinfonía del Nuevo Mundo hay decenas y decenas de representaciones diferentes y no todas son iguales, aunque parezcan sonar igual. A mi me gustan sobre todo las clásicas, las alemanas o checas, aunque reconozco que algunas americanas lo han interpretado muy bien. Fíate solo de orquestas o sellas discográficos de calidad y conocidos. ellos no se la juegan y saben que es compleja de interpretar.